Cuando se escribe MUJERES GOLPEADORAS EN ARGENTINA en la barra de búsqueda de Google, se descubre que el primer link que aparece, luego de dar enter, es una corrección de la frase por MUJERES GOLPEADAS EN ARGENTINA; y si se hace una primera recorrida con la vista, se cae en la cuenta de que el tema no tiene demasiada difusión. Distinto es el resultado cuando se tipea la frase inversa, esa que quizá haría sonrojar a más de un macho argentino, y de la que pocos hablan: los hombres golpeados.
Según estimaciones de la ONU, una de cada tres mujeres argentinas corre riesgo de ser maltratada durante su vida; pero nada dice de los hombres. La falta de estadísticas se relaciona directamente con la ausencia de denuncias, pues es imposible para el Estado armar un programa para combatir la violencia familiar sin datos confiables acerca de la situación.
En cuanto al maltrato hacia los hombres, el factor cultural es decisivo a la hora de buscar ayuda, según los especialistas: es muy difícil para un varón aceptar que su mujer le pega, y mucho menos hacerlo público, ya que la vergüenza y el miedo a las burlas están muy presentes. Otra de las trabas para medir la cantidad de casos es el concepto de violencia que se maneja ya que la mayoría de los hombres que denuncia a su cónyuge lo hace luego de haber sido agredido físicamente, sin reparar en que el maltrato psicológico y verbal previo forma parte de esa escalada y suele ser, en la mayoría de los casos, la raíz del problema: la subestimación recurrente de la mujer hacia su marido crea una cadena de baja autoestima difícil de cortar con el tiempo. Las descalificaciones y ataques hacia el otro son el entramado que deriva en lo menos deseable: los golpes.
En países como España y Holanda existen asociaciones que se encargan de la contención de las víctimas, al tiempo que el Estado ha implementado programas que ayuden a solucionar la cuestión. En Argentina es sabido que el problema existe, pero la rigidez de la estructura machista que impera en la sociedad sigue siendo más fuerte que el instinto de preservación de los individuos afectados.
Walter Giménez.