Si alguien se propone armar un ideal de persona, lo primero que debería confeccionar es una lista con ciertas caracterísitcas a evitar para no quitarle tal cualidad. Flaco, gordo, petiso, negro de mierda, tarado, pelotudo, puto, judío, boliviano, turco, narigona, rengo, etcétera seguramente aparecerán en esa nómina, incluso es posible que ese alguien se quede corto en su enumeración; y aunque quien estuviera enfrente fuera la mismísima Valeria Mazza, quizá habría quien salte del fondo con dolorosas apreciaciones como le falta un poco de teta o es boluda porque es rubia. O al revés.
Dicho esto, es viable pensar que no hay forma de saciar el apetito humano en la búsqueda de esa perfección tan añorada, y tan inalcanzable a la vez...para los demás.
Pero ¿Alguien se pantea porqué la gente busca diferenciarse apelando a la descalificación de los demás?
En un esfuerzo intelectual incomensurable, DC acaba de planteárselo y salió a buscar respuestas. Al respecto, habla Mauricio Agostini, Licenciado en Psicología.


Por Walter Giménez